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Facultad de Comunicación Social, Humanidades y Artes

Un fotógrafo que ha andado el camino de la vida

Armando Rojas Florez

Armando Rojas Florez

Una cuerda le rodeaba el cuello, sosteniendo un objeto frágil y pesado. Con sus manos aferradas en ellas, de repente la levanta, ajusta el diafragma, enfoca el objetivo y dispara. Desde los 19 años, cuando una cámara Canonet cayó en sus manos, supo a qué quería dedicarse.

Armando Rojas Florez, graduado de la tecnología ‘Administración en Turismo’ y docente de fotografía en la UAO, lleva 40 años dedicado al arte de las fotos. Su trayectoria lo ha llevado a experimentar diferentes estilos y técnicas, desde el blanco y negro hasta la fotografía documental, comercial, digital, pasando por la fotografía infrarroja de la cual es un pionero en el país cuando la introdujo en la década de los 80.

De raíces paisas y vallecaucanas, recuerda su infancia en la finca de su padre, ubicada en Restrepo, Valle del Cauca. Correteando y disfrutando de sus vacaciones junto a sus seis hermanos. Ya de grande, guiado por el rechazo hacia la injusticia y la discriminación, se involucró en procesos sociales que le formaron políticamente.

Fotografiando el mundo

Tiempo después viajó a Londres a estudiar inglés, fotografía, a conocer el mundo y allí encontró mucho más que eso. Durante sus travesías en tierra británica experimentó la Nueva Era, probó lo ilegal, conoció distintas corrientes y volvió a sus raíces con la idea de una espiritualidad que se desmoronó al primer obstáculo. Hasta que encontró una fe distinta, un Jesucristo revolucionario como él lo llama, el cual le regaló lo que siempre estuvo buscando: un propósito para vivir.

Alejado de cualquier religión, fue a la fuente maestra y allí cobijó sus penas comenzando una ardua lucha por la paz mental con la que cuenta ahora.

“Hoy en día entiendo que el propósito de la vida no es ser feliz, eso es una consecuencia, algo muy subjetivo. Cuando aprendí a encontrar en lo espiritual la razón de vivir, también comprendí que podía ser feliz. No antes. Ahora he aprendido a estar bien con la carencia, con la abundancia, de no juzgar a nadie, de estar tranquilo conmigo mismo”, asegura el docente.

Ahora echa cabeza y se da cuenta de las miles advertencias que se le presentaron en su vida, las cuales le gritaban un replanteamiento que le llevó a lograr una estabilidad inquebrantable, que busca transmitir. Más allá de su labor como docente, comprende las luchas que sus estudiantes deben sobrellevar, para ello lleva a cabo una dinámica de búsqueda en donde sus alumnos han de estudiar su árbol familiar y de realizarse preguntas que le permiten encontrarse consigo mismo.  Más que un maestro, desea ser apoyo y hombro para aquellos adolescentes que están a su cargo.

“Yo los he querido mucho. Ahora que cumplí 25 años con la Universidad, pedí a mis estudiantes a través de las redes sociales que se reportaran con una palabra o frase y de todos los continentes me escribieron. Fue algo muy especial para mí”, menciona el docente.

Sus amigos lo consideran como una persona tranquila, sencilla, de buen humor. Así tal cual se asimilan sus gustos, como las caminatas por el campo, la música clásica y la coral, sus viajes. Pero todo este aprendizaje ha sido gracias a su labor como fotógrafo.

Su vida se resume igual a cuando observa una película, en donde se concentra en la luz, una herramienta muy usada por un fotógrafo, pues es la que permite en sí la magia de la imagen, así como su belleza. Afirma que durante un tiempo su camino estuvo cubierto bajo un manto negro, que poco a poco fue dejando atrás, acercándose a la luz, trayendo color y rumbo, convirtiéndolo en el hombre que es ahora.

La fotografía le ha permitido conocer distintas vertientes, pensamientos y culturas, como también formar una familia. Igual a una historia juvenil que yace en los estantes de las librerías, él se enamoró de una alumna durante el tiempo en que fue docente del Instituto Departamental de Bellas Artes. Sucedió como cuando la Canonet aterrizó en sus dedos: amor a primera vista. Desde entonces llevan 26 años juntos y tres hijos varones. Una familia de artistas, de corazón sensible y creativo.

La UAO

Actualmente, trabaja con sus estudiantes de ‘Reportería Gráfica’ realizando realidad virtual, fotografías 360 con el celular, y está a punto de publicar su propio libro el cual lleva elaborando desde hace 20 años sobre la memoria visual de Restrepo, Valle del Cauca.

Ama la vida. Y se la goza trabajando y apoyando la Escuela de Turismo de la UAO, donde halló el espacio que siempre quiso encontrar: fusionar el turismo y la fotografía reconociendo en cada uno elementos que le aportan mucho a su vida personal.

Por María José Cruz, estudiante de Comunicación Social – Periodismo y del Programa Pilos

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